miércoles, 18 de junio de 2014

PERSIGUIENDO A TU CORAZÓN



Levanté la mirada y tu alma se abrió paso a través de mi esencia, iluminando todo mi ser, deshojando el árbol del dolor y del apego, convirtiendo en oro el castigo de mi ego, la renucia de mi espada sagrada que luchaba por la supervivencia de mi sensible diosa, que apenas a mostrarse osaba.

El cuchillo que rasgaba mi deseo de encontrarte arañaba mis temores, mis anhelos, y tus besos, suspiros de viento dibujados en mis labios mientras perecían todos mis miedos, coronaron con flores, rosas blancas, jazmines y pétalos de amor sincero, a mi frágil y desnudo cuerpo, mientras un te amo se escapaba desde lo más profundo de mi pecho.

Y tus ojos, vívidos luceros de fulgor que viajaban sumergidos en mi océano, se clavaron para siempre en todo lo que soy, en todo lo que fui, en todo lo que seré, en todo lo que siento...

Tu mano sobre mi mano, unidas en un amor eterno, crearon el infinito, el universo, dando a luz una explosión de matemáticas y versos, en la pulcritud de lo sagrado, de lo inmenso, saltando las normas de lo denso, desenvolviendo las capas de lo confuso, de lo incierto, para colmar nuestras almas de la sublime presencia divina del gran amor puro e intenso, ese que es vibración, luz, fuego, llama sacra de lo que somos en nuestra esencia más verdadera y nuestro origen más etéreo.

Y ahora, refulgente y cautiva en este ser humano torpe e inconsciente, busco la llave que abra la puerta de tus muros, para calmar la sed que se cierne sobre tu alma, presa en el hombre que eres, alma amante de la fusión de nuestros seres, mientras tu corazón herido se refugia en la fresca sombra del temor, de la incertidumbre, del pesar de la experiencia humana que elegiste...
Persigo a tu corazón, lo busco para que me mire, aguardo paciente que la noche termine, y que el sol con su verdad se levante en la alborada y te ilumine. 


 
Y allí estaré yo, de nuevo, mas esta vez consciente y firme, esta vez alma a alma, ser a ser, hombre y mujer, mujer y hombre, en la respresentación de las luces que danzan convertidas en fuego y calma, en olas del mar que se desatan y que en la orilla se despliegan para limpiar cualquier marca que todavía nos separa.

Era fácil amarte y de mi cuerpo despojarme cuando en el cielo te encontraba...
Y tras tu gesto y tu permiso para que derribe las murallas, la Diosa se alza, abre sus alas, y persiguiendo a tu corazón te reclama, con ternura, devoción, paciencia y extremo amor en su alma...

Vuela, vuela conmigo para que brillemos en nuestra llama...

Arael Líntley

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