miércoles, 1 de octubre de 2014

TE ENVIÉ MI VOZ

Te envié mi canción,
completa y profunda,
escrita con el corazón,
tinta de mis versos
anclados en mi despertar,
en mi dominio sin dominar,
en el poema de mi sin razón.

Viajó ella como la brisa
del invierno fresco,
entre nubes de silencio
para que tú la conocieras
y la sintieras fuera de la prisa
de la vida que nos enreda,
en laberintos tan complejos.

Subió montañas, muros, cimas,
colmó de paz el suburbio
de la noche más oscura,
se abrió camino fuerte
y convencida de ser tu rima,
el son de la amante más perenne,
amor sin fin entre las almas puras.

Fue veloz, leona, fiera
diosa de su alma transparente,
emblema de tus fronteras,
sonido dulce de frutos venideros,
espejo de tus emociones
y de las que en mí se anclan
y que se arrancan al observar mis miedos.

Y llegó hasta tu presencia
exhausta, libre y sincera,
para ser oída, comprendida e integrada,
para compartirse y ser así
un ritmo, la voz más cercana a tu alma...



Así sentiste la fragancia de mi voz,
entera y discreta,
envuelta en mi música,
en sensación, eco de la luz
que conmueve intenso
el anhelo de sentir amor,
amor verdadero cuyo nombre eres Tú.

Tú... mi interminable resonancia,
danza de mis estrellas,
prestigio de ser en ti
lo que eres tú dentro de mí,
deseo de serte y beberte,
ahogarme de tu agua
para no contenerme,
para derramarme en tu alma
iluminándome, ardiente
entre tu océano en llamas...

No importa si no soy
esa voz que tú esperabas,
tú sí eres melodía
que despierta en mi la danza,
el fulgor de mi color,
tonalidad de la alegría
que me expande y que te alcanza...

Arael Líntley

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